El pasado lunes tuve la oportunidad de asistir a un acto en el Hotel Mencey en el que se pretendía impulsar la inversión de capital-riesgo en empresas o start-up tecnológicas aquí en Canarias. Por la tarde asistí a la Escuela de Informática de la UlL para participar en las charlas PACO (ver post anterior), invitado por la OSL de la ULL (me gustó ir). Ambos eventos me han hecho reflexionar sobre la importancia de la Universidad en el impulso tecnológico de una región, de un país.
Que la Universidad pública española está enferma es un hecho que ya sólo discuten los propios miembros de esa comunidad. En el siglo XX la Universidad podía conformarse con enseñar bien determinadas materias. Se partía de una situación de escasez intelectual importante dentro de la sociedad. Hoy esto no es así y esa sociedad demanda que, además de formar, la Universidad debe devolverle más de lo que hace ahora. Esta mayor exigencia a los centros de formación superiores se refleja en actos como el mencionado antes, donde personas venidas de fuera demandaban ideas y actitudes que nuestros jóvenes, en general no tienen.
Y no es que los canarios sean diferentes a los de otros sitios (por ejemplo los alumnos de universidades del norte de Europa), es que sus docentes sí lo son. No pueden enseñar aquello que no conocen, que no experimentan.
Para reflejar esta carencia, basta con analizar el número y relevancia de docentes universitarios implicados en Canarias en el movimiento del software libre (más allá de los muros de la propia Universidad) y en el movimiento empresarial derivado de éste. Son tan pocos los que participan de algo tan innovador como es el cambio de modelo económico en un mercado como el del software, que son bien conocidos. Resulta difícil pensar en un área de conocimiento que ahora mismo, presente tantas oportunidades como éste.
El movimiento de fomento del software libre que se está produciendo en la Formación Profesional está en franco aumento en Canarias, sin embargo, percibo un claro estancamiento en la Universidad. Esto es muy malo para las empresas que implantan y desarrollan software libre. No sólo porque nos cuesta, y nos seguirá costando, captar trabajadores noveles, sino porque los mejores alumnos visualizarán un mejor panorama en otras zonas del pais o el extranjero y se irán. Lo están haciendo ya.
El escaso dinamismo de la Universidad no tiene su origen únicamente en la mentalidad de sus miembros estables. Posee una organización absurda que no se ha adptado a los nuevos tiempos. Aún se reúnen, por ejemplo, 100 personas para decidir un presupuesto de unos pocos miles de euros que suelen ir, además, a gastos corrientes o de funcionamiento mínimo. La toma de cualquier decisión relevante requiere de la opinión y aprobación de decenas o incluso cientos de personas. Caulquier propuesta que se realiza desde el exterior no tiene acogida rápida pues debe ser consultada a un gran número de personas o, lo que es aún más triste, su ejecución depende de la voluntad individual de muchos miembros de la comunidad. La investigación no está sujeta a mecanismos objetivos de evaluación, no se fomenta la competencia externa ni interna, la endogamia campa a sus anchas y las nuevas generaciones de profesores han sufrido tanto para alcanzar una situación laboral digna, que no tienen fuerzas ni motivación para cambiar nada. En definitiva…feo panorama.
Quienes lean este artículo tal vez piensen que exagero, pero mi visión es compartida por muchos de los empresarios y trabajadores con los que me relaciono todos los días. Hace falta un cambio y no parece que vaya a venir desde dentro. Habra que inducirlo, provocarlo o, lo que me temo que va a ocurrir, imponerlo.
Se lo habrán ganado a pulso.